En magisterio suelen ocurrir muchas historias graciosas y de vez en cuando, empezaré a narraroslas .
Ayer en clase de lengua, se sentó un hombre-chaval al lado, aparentemente normal y os voy a relatar a lo que este individuo se dedicó durante la misma.
Durante esta clase, de dos horas de duración y que se hace muy muy pesada y aburrida, este personaje estuvo, dibujando corazones por toda la hoja de su libreta y pirámides, no sé qué relación tendrá pero es lo que a el le gustaba.
Se dedicaba a mirar fijamente a la gente que hacía una pregunta, como una mirada de - " qué haces maldita ingrata!?! No te atrevas a preguntar tus dudas o podrás ir al infierno !", una mirada fija e incómoda, que sufrí en mis propias carnes.
Como he dicho, cometí la grave falta de precipitar al vacío uno de mis bolígrafos al vacío. El compañero de la fila de alante me lo dió y mientras seguía tomando apuntes, notaba con el rabillo del ojo como su incómoda mirada de gafillas se clavaba en mi durante unos 15-20 segundos hasta que lo tuve que mirar y preguntarle si necesitaba algo o que pasaba, a lo que respondió con una mirada fija a los ojos y desvío de la misma, sin ni siquiera emitir una palabra o un ruido.
Durante su extrema práctica de hacer corazones, que los dibujaba muy bien, se nota que es un profesional, suspiraba mucho y respiraba fuertemente con la boca, supongo que estaría costipao el muchacho, dejando tras su aliento un olor un poco alejado de lo denominado agradable.
Y ya, para culminación, el amigo se quedo sobando o hacía como que se dormía, con la cabeza bien alta, ojos cerrados y muy leves ronquidos, a los que los compañeros de la fila delantera miraban intentando no hacer ruído en sus impetuosas risas, que sinceramente no sé si la profesora se dió cuenta o simplemente paso del tema.
Y estas cosas son las que pasan por magisterio un lunes cualquiera, ahora os dejo que tengo que salir al césped a pintar árboles para mis clase de plástica.
